Me reveló que él era adoptado y me contó las circunstancias en las que su madre biológica lo dio en adopción (una adolescente embarazada, hace más de cuarenta años,...).
Y al preguntarle yo si alguna vez había intentado dar con su madre para conocerla, me respondió tajantemente que no: nunca lo haría. Para mi interlocutor, hacer eso era mostrar un signo de debilidad, admitir una necesidad de pedir explicaciones por haber sido abandonado. Y él era feliz sintiéndose querido y deseado por sus padres adoptivos.
El rato de charla me dejó un poco planchada, la verdad. Yo esperaba oír lo contrario. Esperaba encontrarme con alguien curioso y ansioso por conocer sus orígenes.
Ojalá este tipo de personas sea la excepción. Rezo por que mi hermano sienta la necesidad de conocer a su verdadera familia y dé un paso al frente para que podamos encontrarnos con él.